domingo, 30 de diciembre de 2012

6/6 Barcelona


La última parada en el camino, antes de regresar a Salamanca, fue Barcelona, para llegar allí desde Carcassone, continuamos optando por el covoiturage y volvió a salir bien, viajamos con una madre y su hija que tenían que coger un avión desde el Prat. El viaje fue tranquilo, de hecho gran parte lo pasé dormido, pero eso sí al atravesar la frontera pudimos comprobar el horror del fuego, la huella del desastre, del incendio del pasado verano en los bosques catalanes, ni tan siquiera el cortafuegos improvisado de las autopistas pudo detener el avance de las llamas y hasta donde se perdía la vista, por mucho kilómetros todo estaba calcinado. 


Al llegar a Barcelona tocaba buscar alojamiento y optamos de nuevo por un camping, la verdad, fue una gran idea. En esta ocasión se trató de un camping bien comunicado con autobús, era el camping 3 estrellas un nombre autorreferente a su categoría. Tenía  bastantes equipamientos e incluso salida directa al mar, cosa que aprovechamos por la mañana antes de empezar la jornada. Al camping llegamos de noche ataviados con nuestras mochilas y bastones y claro con una pinta así el recepcionista nos recibió con un: "hello! two people and a tent?" y bueno esa sería un poco la tónica por allí, parece que un poco guiris sí que parecemos —de hecho no fue ninguna sorpresa, ya me ha ocurrido.


En Barcelona había mucho que ver y aunque teníamos un mapa para no perdernos, seguimos un poco el instinto, teniendo claro cosas que nos apetecían, como la Barcelona de Gaudí o Montjuic y la Villa Olímpica. Allí pudimos ver un espectáculo, primero de gente, cientos y cientos de personas renuidas, sentadas. Nosotros no sabíamos que es lo que pasaba y aunque teníamos un poco de prisa, por eso de no perder el bus al final nos paramos un momento y vimos un espectáculo de agua bastante potente, ¡qué derroche de agua!


La Sagrada Familia fue una de las primeras paradas y aunque dudamos si entrar o no entrar, la verdad es que aunque se paga un gran precio, merece la pena ver tal maravilla arquitectónica. Seguimos la ruta hacia el parque Guell donde nos perdimos entre su vegetación natural y arquitectónica, allí incluso conocimos a buen artista. 


Y como las ganas de caminar parece que nunca se terminan, caminamos y caminamos y no dejamos de ver cosas. Incluso por la noche después de cenar tocaba pasear por la playa entre pescadores y sus presas.

Incluso un bastón pudimos encontrar y aunque ese bastón se utilizará para las salidas de escalada, digamos que fue lo más relacionado con esa disciplina que hicimos, tocaba hacer turismo y lo hicimos más que bien.


 Porque claro en una ciudad así, con tanto que ofrecer no cabe otra cosa que mirar a sus bóvedas y abrir la boca atónitos ante tan magna arquitectura.


De Barcelona nos despedimos por la noche saliendo con el autobús y aunque ahora los recuerdos son confusos y todo parece que sucedió en un mismo y largo día, esos recuerdos son buenos y vibrantes. El autobús nocturno nos dejó de buena mañana en Madrid y desde allí sólo quedaba un paso. Y en definitiva merece la pena un viaje de este tipo, tomando con la pausa necesaria y disfrutando de los buenos momentos sin la celeridad y el ansía de llegar en seguida a un destino, simplemente viajando.

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