domingo, 30 de diciembre de 2012

San Martín de Valdeiglesias 09 09 12




 Con la llegada de septiembre, después de un verano de viajes y visitas, tocaba salir fuera para escalar. El destino, un lugar recurrente, San Martín de Valdeiglesias y como siempre no decepcionó.


Sobretodo hubo un buen par de walkirias que supieron encadenar buenas vías. Lo mejor que yo hice fue comer galletas, porque allí empezó el principio de una lesión que todavía hoy acarreo (y por hoy entiendo enero de 2013). Los tendones tardan en recuperar lo suyo y las poleas parece que también, así que nada toca reposo y comesura aunque no deje de entrenar y escalar, al menos el recuerdo del viaje es bueno hehehe.




6/6 Barcelona


La última parada en el camino, antes de regresar a Salamanca, fue Barcelona, para llegar allí desde Carcassone, continuamos optando por el covoiturage y volvió a salir bien, viajamos con una madre y su hija que tenían que coger un avión desde el Prat. El viaje fue tranquilo, de hecho gran parte lo pasé dormido, pero eso sí al atravesar la frontera pudimos comprobar el horror del fuego, la huella del desastre, del incendio del pasado verano en los bosques catalanes, ni tan siquiera el cortafuegos improvisado de las autopistas pudo detener el avance de las llamas y hasta donde se perdía la vista, por mucho kilómetros todo estaba calcinado. 


Al llegar a Barcelona tocaba buscar alojamiento y optamos de nuevo por un camping, la verdad, fue una gran idea. En esta ocasión se trató de un camping bien comunicado con autobús, era el camping 3 estrellas un nombre autorreferente a su categoría. Tenía  bastantes equipamientos e incluso salida directa al mar, cosa que aprovechamos por la mañana antes de empezar la jornada. Al camping llegamos de noche ataviados con nuestras mochilas y bastones y claro con una pinta así el recepcionista nos recibió con un: "hello! two people and a tent?" y bueno esa sería un poco la tónica por allí, parece que un poco guiris sí que parecemos —de hecho no fue ninguna sorpresa, ya me ha ocurrido.


En Barcelona había mucho que ver y aunque teníamos un mapa para no perdernos, seguimos un poco el instinto, teniendo claro cosas que nos apetecían, como la Barcelona de Gaudí o Montjuic y la Villa Olímpica. Allí pudimos ver un espectáculo, primero de gente, cientos y cientos de personas renuidas, sentadas. Nosotros no sabíamos que es lo que pasaba y aunque teníamos un poco de prisa, por eso de no perder el bus al final nos paramos un momento y vimos un espectáculo de agua bastante potente, ¡qué derroche de agua!


La Sagrada Familia fue una de las primeras paradas y aunque dudamos si entrar o no entrar, la verdad es que aunque se paga un gran precio, merece la pena ver tal maravilla arquitectónica. Seguimos la ruta hacia el parque Guell donde nos perdimos entre su vegetación natural y arquitectónica, allí incluso conocimos a buen artista. 


Y como las ganas de caminar parece que nunca se terminan, caminamos y caminamos y no dejamos de ver cosas. Incluso por la noche después de cenar tocaba pasear por la playa entre pescadores y sus presas.

Incluso un bastón pudimos encontrar y aunque ese bastón se utilizará para las salidas de escalada, digamos que fue lo más relacionado con esa disciplina que hicimos, tocaba hacer turismo y lo hicimos más que bien.


 Porque claro en una ciudad así, con tanto que ofrecer no cabe otra cosa que mirar a sus bóvedas y abrir la boca atónitos ante tan magna arquitectura.


De Barcelona nos despedimos por la noche saliendo con el autobús y aunque ahora los recuerdos son confusos y todo parece que sucedió en un mismo y largo día, esos recuerdos son buenos y vibrantes. El autobús nocturno nos dejó de buena mañana en Madrid y desde allí sólo quedaba un paso. Y en definitiva merece la pena un viaje de este tipo, tomando con la pausa necesaria y disfrutando de los buenos momentos sin la celeridad y el ansía de llegar en seguida a un destino, simplemente viajando.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Rayos y centellas 5/6 Carcassone


Salimos de Montpellier y nos dirigimos hacia Carcassone, quien nos hubiera dicho que después de un año de haber visto aquel pueblecito medieval desde la autopista por fin podríamos explorarlo. Para llegar allí optamos por un medio muy común en Francia el covoiturage. Una fantástica idea, a través de un portal en internet gente que tiene pensado viajar a diferentes lugares da a conocer su ruta para que otros que no tienen coche viajen con ellos compartiendo el gasto de gasolina. Digamos que es un auto stop organizado, y al verdad funciona bastante bien.

Llegamos a Carcassone y nos encontramos con el típico pueblo joyero, todo por y para los turistas que claro acudían en masa. Para empezar ya tuvimos una aventura extramuros hasta que conseguimos dar con el camping en el que dormiríamos, camping que incluso tenía piscina y de  la que nos aprovechamos para dejar atrás el cansancio del viaje.


En el pueblo dimos mil vueltas conociendo sus recovecos y vimos como el día se iba oscureciendo y las primeras gotas caían, pero parecía que allí se quedaría todo. Nada podía hacernos pensar aquello que se desataría por la noche y es que una gran tormenta cayó, una tormenta magnifica que al menos nos proporcionó la posibilidad de hacer alguna foto interesante.


Además de una aventura de asalto al castillo en busca de un lugar en el que refugiarnos. Pero lo más curioso es que se trataba de una tormenta anunciada, solo que no supimos leer las pistas, vimos que se estaba preparando un concierto y la tormenta coincidió exactamente con él, una vez terminó cesaron los truenos y claro no podía ser menos cuando se trataba de un concierto de Lmfao, todo un despropósito que Zeus supo castigar.


Al menos descubrimos que la tienda aguanta bien la lluvia y bueno conocimos un bonito lugar, pero, demasiado masificado, aunque recomiendo parar para conocerlo.



Montpellier 4/6


Nos tuvimos que marchar de Chamonix, pero no por ello nos despedíamos de viajar aún quedaba un largo trayecto y es que no todo es coger un avión y aparecer en otro país o en otro continente casi como se te hubieras teletransportado. En este caso el destino elegido fue Montpellier, una de esas ciudades que tienen carácter propio y sobretodo mucha historia, se ve en su plano, se ve en sus edificios y en sus casas. Llegamos de noche, una de esas calurosas noches de verano, de esas que ya no quedan y una bruma, casi una neblina cubría el entorno. 


Una neblina que parecía que lo ponía todo del revés, pero claro al siguiente día comprendí que esas bicis colgantes atravesando muros y suelos se encontraban en muchos sitios de la ciudad. Me daba la impresión que era una ciudad abocada a las artes, no sé, se veía en las improvisadas decoraciones de la ciudad.


En algunos de los murales, en los que si querías te podías detener a posar delante del fotógrafo y formar parte de él. Esos trompe l'oeil  que gustan tanto por Francia y que además de cubrir aburridos muros les confieren una cierta profundidad espacial y también especial. 


Si por ser artísticos, incluso los helados lo son y te los ofrecen con forma de flor, pero claro, eso creo que era debido al local donde lo compramos, eso sí estaba muy bueno y con el calor que hacía tardamos poco en devorarlo y degustarlo.



Incluso encontramos unos fantasmas en la puerta de la catedral y parecía que querían salir en las fotos así que ya puestos porque no dejarles.





Pero lo mejor estaba en los sus parques para niños, tenían de todo, y cosas originales como un altavoz gigante que también servía para colgarse. En ese lugar además surgió la anécdota de la jornada, allí nos encontramos con un hombre que decía ser de Salamanca, y nos hablaba de ella extrañándola pero asegurando que pronto volvería. Fue extraño porque además de contarnos su periplo de vida dijo que ese día teníamos que jugar la lotería porque nos tocaría. Después de hablar con él encontramos un lugar donde se hacían apuestas y probamos suerte, no ganamos millones, en realidad nada, pero sí que nos tocó, aunque para recibir el premio, que no era muy alto, debíamos volver a Francia para poder cobrarlo; lamentablemente ese billete se perdió, pero el hombre no se equivocaba nos iba a tocar la lotería.

En fin, que Montpellier es un lugar tranquilo para disfrutar de una buena vida mediterránea, eso sí la renovación urbanística que vi, debería ser revisada, pero si a ellos les gustan los edificios mastodónticos de tipo faraónico bien por ellos.

Tralarí que te vi 3/6 Chamonix


 Parecía que el momento nunca llegaría. Ya habíamos intentado visitar este lugar en otras ocasiones, pero por fin, se produjo su encuentro y no decepcionó para nada. Era la última parada antes de emprender el camino de regreso y se trataba de una aventura esperada. Chamonix, La vista del Mont Blanc desde el valle con el glaciar de los Bossons como si nos estuviera sacando la lengua.


El viaje hasta allí lo hicimos en tren y nada más llegar fuimos en busca del camping para establecer el campamento y la tienda, tuvimos suerte y encontramos un camping casi en el propio pueblo y además nos dieron una tarjeta para poder usar las navettes en todo el valle –digamos que lo tienen bien montado. El camping era pequeño pero además se gozaba de unas buenas vistas por la mañana. Cuando montamos la tienda era por la tarde y aún quedaba día así que decidimos coger la cuerda e ir a escalar a los Gaillands.

Eso sí se puede decir que era una Escuela de escalada, escuela en el sentido del grado fácil y de la comodidades que allí se dan. Fuimos en una navette pensando que estaba más lejos, pero para nada se encuentra muy cerca del pueblo y allí disfrutamos de unas vías fáciles de escalada, además eran de largos una buena para desperezar el cuerpo después de un viaje en tren.




El pueblo es una maravilla, toda una apología a la montaña allá donde mires: el mural de los guías, el telescopio que apunta directo y certero al Mont Blanc, la maison des guides, las mil y una tiendas, la decoración de las casas. Pero claro no podía ser de otra manera estábamos en Chamonix. Eso sí no habíamos ido allí para ver el pueblo y como teníamos de patear eso fue lo que hicimos.



El camino de acceso a la Mer du Glace se hace a través de un bosque inmenso y tranquilo, los hay quienes optan por ir en tren los que no preferimos caminar salimos desde una zona de esquí, pistas que terminan directamente en el pueblo, al lado del cementerio donde tantas personalidades descansan. Tras un rato de pateo se llega a una zona un tanto preparada, con refugio, bueno digamos con hotel, pero claro allí deja el tren a los turistas y hay que adaptar las cosas para ellos, de aquella zona destacaría solamente una hendidura en la roca que a modo de pasillo alberga en su interior una pequeña colección de geodas, el resto tiene demasiado hormigón, así que había que moverse y tomamos el camino que llevaba a los refugios de montaña, el camino que nos llevaba al glaciar y tras descender a través de una secuencia de peldaños incrustados en la roca y escaleras hacia el abismo llegamos al pie de la mer du glace  y se veía un hielo azul como nunca había visto y una capa de piedra y tierra que cubría los primeros metros de hielo. Es un paraje especial al que espero poder volver pronto.


Después de conocerlo por encima, y tras volver a esa zona más turística, bajamos unas largas escaleras, por una senda que además hacía de testigo silencioso de como el glaciar está retrocediendo, sucediéndose con mayor frecuencia las placas indicativas del lugar en el que se encontraba el glaciar a medida que avanzan los años. En lo más hondo pudimos explorar una cueva de hielo, construida para ser visitada fue bonita, pero sobretodo impactante ese retroceso en el hielo.



Teníamos los días bastante contados, así que la siguiente opción fue ir a Argentiere para así poder subir hasta los Grandes Montets, la otra opción era subir hasta la Aguille du Midi, pero el día no era muy bueno y además el teleférico de los Montets era mucho más barato. Cuando llegamos a la taquilla para comprar el ticket, la empleada muy amablemente nos atendió y nos dijo los horarios y ya que calculamos que teníamos tiempo, en lugar de coger el teleférico desde el mismo valle decidimos subir caminando hasta la primera parada donde se cambia de teleférico y así comenzamos a caminar, el día era algo más frío, se notaba que estaba entrando un frente de nubes, pero fue una buena jornada. Llegamos al lugar indicado incluso antes de que subiera la empleada y comimos algo luego ya solo tuvimos que comprar el tícket y fuimos para arriba, pudimos ver incluso marmotas.


En la plataforma habilitada en los Grands Montets nos encontramos con un mar de nubes que prácticamente nada dejaba ver, pero aún así, estuvimos un buen rato disfrutando de aquella tranquilidad, un par de pájaros un grupo que parecía que hacía un curso de técnicas de alpinismo y dos o tres personas más éramos los que allí estábamos y la verdad se estaba muy bien.


 En fin el paso por Chamonix, es digno de recordar y sobretodo, sabiendo que ha sido la primera vez de lo que espero sea un buen puñado de veces y como ya Saussure o Paccard miraban desde el valle aquellas agujas y cumbres habrá que ir poco a poco descubriéndolas, porque aunque existan mil fotos y mil relatos solo la experiencia propia proporcionará ese conocimiento especial que trae la montaña.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Ardèche again y bien 2/6


El segundo paso en este periplo a la francesa nos llevo a un pueblecito llamado Balazuc, uno de esos lugares con encanto propio, un entramado de calles rodeadas por casas de piedra que se asentaban al margen del río Ardèche. Toda una delicia, pero por extraño que parezca sin una buena Boulangerie –eso sí que es raro—. Allí estuvimos alojados en una casa con un huerto y un pequeño corral que teníamos que cuidar con esmero y profusión y gracias a ello las gallinas cada día daban cuatro hermosos huevos y el huerto tomates buenísimos además de mantenernos ocupados un rato cada mañana.


Eso sí no todo era cuidar el huerto, no nos vayamos a creer eso no. También había buenos paseos hasta un pueblecito ecológico, donde por otra parte servían muy buen queso. Paseos que te llevan a perderte por caminos que dan a torres en las que se ve que también están en contra del Gaz de schiste (et non, et non, et non) u otros paseos por antiguas líneas del tren para poder ir a comprar alguna cosa que llevarse a la boca. Y como no, momentos tranquilos en los que hacer un poco el neanderthal y darnos un buen baño en tan buen río.




Afortunadamente estábamos en un lugar tan privilegiado que incluso un paraíso para la escalada allí se encuentra. Le Cirque de Gens donde tuvimos la oportunidad de ir en dos ocasiones y donde nos dimos cuenta que el mejor momento para escalar quizás no sea en pleno julio, pero que caliente está la roca en esa época. 


Pero sobretodo y lo más importante, fue un acontecimiento especial el que nos llevó a reunirnos allí a unos cuantos amigos y bien lo pasamos y lo disfrutamos. Parecía que todo estaba indicado.



viernes, 14 de diciembre de 2012

Verano, volverás 1/6 Lyon

El frío ya se ha asentado en nuestra tierra, pero los cálidos recuerdos del verano aún continúan y reconfortan cuando el vaho se hace visible mientras se camina, se va en bicicleta o se corre por la meseta. Comenzaré por contar que el viaje fue como durante los meses anteriores hacia Francia y en concreto, en primer lugar en Lyon a la que llegué después de unas horas dentro de un autobús. Al final esa experiencia de 18 horas en el bus se pasan mejor de lo que parece.

Pero a lo que vamos. Lyon se trasformó en un lugar neurálgico en el que pasar como si de una nave nodriza se tratara para repostar, pero también para disfrutar de esa hermosa ciudad y sus parajes y como no, de aquello que ofrece, desde una piscina al lado de Rhone, hasta una cerveza tradicional, un concierto de Bob Dylan en el teatro romano o incluso The Return of the King con una orquesta sinfónica al completo delante de tus narices haciendo de la experiencia cinematográfica una maravilla además auditiva y no solo visual. Increíble concierto. ¡Qué potencia sonora, qué magnifica interpretación, qué coro!




Así mismo, los paseos por la ciudad, sobretodo arropados por la noche dejaban bonitas estampas de lugares escondidos a los que solo acceden los aventureros y es que así son los Traboulles. Además de alguna que otra buena cerveza de esas que te emborrachan con solo mirarlas, pero claro teniendo esa plaza en la que de un buen día te puedes encontrar que están retransmitiendo de manera gratuita una ópera como Carmen, pues claro, con un lugar así puedes esperar cualquier cosa.


Incluso una libreria que tiene como entrada un arco de libros como si fuera un paso que te lleva a un lugar de fantasía y sabiduría.


Y no solo eso, basta salir un poco de la ciudad para encontrar algo que no puedes imaginar la Demeure du Chaos. Un lugar un tanto especial al que llegamos después de un día de escalada, día de escalada y de viajar haciendo auto-stop esperando encontrar gente amable que nos acercara a nuestros destinos. Pero a lo que vamos. La demeure a simple vista podría parecer un vertedero bellamente organizado, sí pero es mucho más que eso. Se trata de un verdadero museo de arte contemporáneo en el que se juega interviniendo en la vida de un típico y pulcro pueblo francés donde uno se topa con algo que a priori podría parece basura, digamos junkart pero que esconde mucho de denuncia y es que nada más hay que ver este Bush "canonizado". 

 Pero paseando por su laberíntica disposición un evidente traslado a un mundo a la Mad Max te inunda y los murales, las bolas de elementos electrónico, los amasijos de hierro, el estanque rojo se topan como sorpresas incandescentes recién salidas del volcán de la creación. Es un lugar que aunque en apariencia lúgubre y mortecino está lleno de una viva y continúa regeneración artística. Un lugar que merece la pena conocer si se pasa por allí.


Pero bueno, prosigamos con este relato marcado por los ritmos del recuerdo. Como os había anticipado, antes de llegar a la Demeure, estuvimos escalando y es que un buen día de verano en Lyon da para mucho y siempre es bueno despertarse pronto para ir hasta una alejada estación de metro que nos permita coger un bus para acercarnos a nuestro primer destino de escalada del viaje en las falda del Mont D'Or. La aventura estuvo bien, y digo aventura porque tuvo de todo, no sabíamos bien si íbamos a coger el bus, pero ya que estábamos aprovechamos para comprar pan en un en esa alejada estación de metro. Había incluso un mercado de fruta y verdura en ese lugar, es algo tan típico y a la vez tan especial de los franceses y ¡qué rico está su pan!
En fin una vez conseguimos el pan y ataviados con los enseres de escalada cogimos ese bus que nos acerco hasta el lugar, de allí un rato caminando, sin la certeza absoluta de conocer el camino salvo las indicaciones aprendidas y comprobadas a través de un mapa, pero pronto nos encontramos con un cártel indicativo de la proximidad de una zona de escalada. Se echa de menos este tipo de indicaciones en nuestra tierra. La escuelita era pequeña, pero tenía algunas buenas vías. He de decir que no contábamos con más indicación que la de nuestro propio instinto así que escalamos las líneas más evidentes y que más canto daban y en concreto ese diedro era muy bonito. Lástima que estuviera bastante lavado y que en cuando el sol dio en su pulida pared se hizo toda una aventura subir por él. Tras reponer fuerzas como os dije fuimos a la Demeure. Pero allí no acababa el día, no ni mucho menos, los días de verano dan para mucho, y continuamos con nuestro periplo, ya en dirección de vuelta a Lyon donde conseguimos que nos llevaran hasta L'Île de Barbe donde había algunos conciertos porque en Lyon Tout L'Monde Dehors para disfrutar de las Soirèes llenas de encanto. En este caso además de una rica cerveza una Blanche pudimos disfrutar de un buen concierto de música folk.


Y con ese concierto terminó uno de esos periodos lyoneses, el próximo destino era el valle d'Ardeche sobre lo que os hablaré ya en otro momento ahora lo dejo aquí, viendo como el fuerte viento y la lluvia sacude la ventana y mi me mente me transporta a ese tiempo que ya fue de soleados atardeceres.