Septiembre, fue un mes movido, después de una salida de escalada tocaba un viaje a Oporto para formar parte de un congreso y luego la boda de mi hermano. Vamos un buen plan.
Nunca había estado en Oporto y la oportunidad era excelente. El congreso era de la Asociación Internacional para la Filosofía del Deporte. Allí iba a presentar una comunicación con el título Parkour o l'art du déplacement interacciones cuerpo y entorno. Era la primera vez que exponía ante público académico parte de mi investigación sobre esta temática y afortunadamente fue muy bien. el congreso se celebró en la facultad de ciencias del deporte de la Universidad de Oporto y tenían una instalaciones alucinantes, sobretodo su gimnasio.
Pero eso no fue todo, nos llevaron de paseo en barco por Oporto, además de hacer una visita turística y una cata de vinos.
Me ha gustado la vida de la ciudad y sobretodo encontrar a ese grupo de jóvenes saltadores haciendo las delicias de los que miraban. Para un próximo viaje más desahogado me apunto como reto el darme un buen chapuzón desde el puente de hierro.
Pero eso sí, poder conocer la ciudad por la noche, visitar sus rincones y perderse entre sus calles, eso sí que merece la pena. La ciudad en general da una sensación de prístina suciedad. El carácter de una ciudad de mar con la fuerza de una ciudad monumental, con demasiado que cuidar y mucho por hacer. Pero todo ello lleno de vida. No se me olvidará además la hospitalidad de uno de esos parientes lejanos que una tía tuya te dice de visitar y que te invita a comer un cocido a las 12 del mediodía y con el que aún a las 20 estaba todavía lleno.
Una de las cosas más curiosas fue encontrarme el domingo con la maratón de la ciudad y ver un gran número de corredores venidos de todas partes disfrutando de un buen día de carrera, algo caluroso eso sí.
Y claro por supuesto también hubo tiempo para saltar explorar este nuevo entorno.